Discurso del sexto día

Importancia del desarrollo de la atención y la ecuanimidad frente a las sensaciones—Los cuatro elementos y su relación con las sensaciones—Las cuatro causas de la manifestación de la materia—Los cinco obstáculos: avidez, aversión, pereza física y mental, agitación, duda.

Seis días han pasado; os quedan cuatro días más para trabajar. En estos cuatro días, podéis eliminar aún más impurezas mentales y comprender la técnica para poderla emplear durante toda vuestra vida. Si trabajáis con una adecuada comprensión y aprendéis a aplicar la técnica en la vida diaria, sin duda alguna será beneficiosa para vosotros. Comprended, pues, adecuadamente la técnica.

Éste no es un camino de pesimismo. El Dhamma nos enseña a aceptar la amarga verdad del sufrimiento, pero también nos enseña cómo salir de él. Por esta razón es un camino de optimismo combinado con realismo y "trabajismo", cada persona tiene que trabajar para alcanzar su propia liberación.

Todo el camino fue explicado en pocas palabras:

“Todos los saṅkhāras son impermanentes”
Cuando uno percibe esto con verdadera visión,
entonces uno se desprende del sufrimiento;
éste es el camino de la purificación.

Aquí, la palabra saṅkhāras no se refiere sólo a las reacciones mentales, sino también a los resultados de esas acciones. Cada reacción mental es una semilla que da su fruto y todo cuanto uno experimenta en la vida es un fruto, el resultado de las propias acciones, esto es, el propio saṅkhāra, ya sea pasado o presente. Por lo tanto el significado es: "Todo lo que surge, todo lo compuesto, desaparecerá y se desintegrará." La sola aceptación de esta realidad, ya sea por devoción, emocional o intelectualmente, no purificará la mente. Debe ser aceptada en el ámbito real, experimentando el proceso del surgir y desaparecer en uno mismo. Si uno experimenta directamente la impermanencia observando las propias sensaciones físicas, entonces la comprensión que se desarrolla es verdadera sabiduría, la propia sabiduría. Y con esta sabiduría, uno se libera de la desdicha. Incluso si el dolor persiste, uno ya no sufre debido a él. Al contrario, uno puede sonreír, porque puede observarlo.

El viejo hábito de la mente consiste en rechazar las sensaciones desagradables y buscar las agradables. Mientras uno continúa enredado en ese juego de dolor y placer, de rechazar y buscar, la mente permanece agitada, y la propia desdicha aumenta. Pero cuando uno aprende a observar objetivamente las sensaciones sin identificarse con ellas, entonces el proceso de purificación se inicia, y el antiguo hábito de reaccionar a ciegas y de multiplicar las propias desdichas se debilita y rompe gradualmente. Uno debe solamente aprender cómo observar.

Esto no significa que practicando Vipassana uno se convierta en "vegetal" permitiendo pasivamente que otros le hagan daño. Más bien uno aprende a actuar en vez de reaccionar. Antes uno vivía una vida de reacciones, y la reacción es siempre negativa. Ahora, estáis aprendiendo cómo vivir adecuadamente, cómo vivir una vida saludable de verdadera acción. Cuando surja una situación difícil en la vida, aquel que ha aprendido a observar las sensaciones no caerá en una reacción ciega. En lugar de ello esperará unos momentos, permaneciendo atento y también ecuánime ante las sensaciones, y entonces tomará una decisión, eligiendo la acción que va a realizar. Tal acción, con toda seguridad será positiva, porque proviene de una mente equilibrada; será una acción creativa, útil para sí mismo y para otros.

Gradualmente, y a medida que se aprende a observar el fenómeno de la mente y la materia dentro de uno mismo, se deja de reaccionar porque se sale de la ignorancia. El patrón habitual de la reacción está basado en la ignorancia. Quien nunca ha observado la realidad en su interior, no sabe lo que está pasando en lo más profundo de sí mismo, no sabe por qué reacciona con avidez o aversión, generando tensiones que le hacen sentirse desdichado.

La dificultad estriba en que la mente es mucho más impermanente que la materia. Los procesos mentales se suceden con tanta rapidez que uno no puede seguirlos a menos que haya sido entrenado para ello. Desconociendo la realidad, uno vive bajo la ilusión de que reacciona a objetos externos, como imágenes, sonidos, gustos, etc. Aparentemente es así, pero quien aprenda a observarse a sí mismo descubrirá que, a un nivel más sutil, la realidad es diferente. Todo el universo externo existe para una persona solamente cuando lo experimenta, es decir, cuando un objeto sensorial entra en contacto con una de las puertas de los sentidos. Tan pronto como hay contacto, se produce una vibración, una sensación. La percepción hace una valoración de la sensación como buena o mala, basándose en las propias experiencias y condicionamientos pasados, en saṅkhārās pasados. De acuerdo con esta valoración "coloreada" la sensación es agradable o desagradable, y de acuerdo con el tipo de sensación, reaccionaremos con agrado o desagrado, con avidez o aversión. La sensación es el olvidado eslabón perdido entre el objeto externo y la reacción. Todo el proceso sucede tan rápidamente que no tenemos conciencia de él: cuando la reacción alcanza el nivel consciente, ya se ha repetido e intensificado trillones de veces, y se ha hecho tan fuerte que puede dominar fácilmente a la mente.

Siddhattha Gotama alcanzó la iluminación descubriendo la raíz que causa la avidez y la aversión; erradicándolos allí donde surgen, a nivel de la sensación. Lo que él había llevado a cabo, es lo que enseñó a los demás. No fue el único en enseñar que se debe salir de la avidez y de la aversión; incluso antes de él, esto ya se enseñaba en la India. La moralidad no es exclusiva de la enseñanza del Buddha, ni tampoco lo es el desarrollo del control de la mente. Así mismo la sabiduría a nivel intelectual, emocional, y devocional existían antes del Buddha. El elemento innovador y único de su enseñanza está en otro factor, en la identificación de la sensación física como el punto crucial donde surgen la avidez y la aversión y dónde han de ser eliminados. A menos que se trabaje con las sensaciones, se estará trabajando a un nivel superficial de la mente, mientras que en las profundidades continuará el viejo hábito de la reacción. Aprendiendo a estar atento a todas las sensaciones dentro de uno mismo y permaneciendo ecuánime hacia ellas, uno detiene las reacciones allí donde se originan, y sale así de la desdicha.

Esto no es un dogma que hay que aceptar por fe ni una filosofía que hay que aceptar intelectualmente. Tenéis que investigaros a vosotros mismos para encontrar la verdad. Aceptadla como verdad sólo cuando la hayáis experimentado. Oír hablar de la verdad es importante, pero su función es conducirnos a la práctica real. Todas las enseñanzas del Buddha deben ser practicadas y experimentadas por uno mismo para poder liberarse de la desdicha.

Toda la estructura del cuerpo, explicó el Buddha, está compuesta de partículas subatómicas (kalāpas) constituidas por los cuatro elementos y sus características subsidiarias, unidas entre sí. En el mundo externo, así como en el interno, es fácil ver que alguna materia es sólida (elemento tierra), que otra es líquida (elemento agua), que existen gases (elemento aire) y que en todos los casos la temperatura está presente (elemento fuego). Sin embargo, aquel que observe la realidad en su interior, comprenderá los cuatro elementos a un nivel más sutil. Toda la gama del peso, desde la pesadez a la ligereza, comprende el campo del elemento tierra. El elemento fuego es el campo de la temperatura, desde el frío extremo al calor extremo. El elemento aire está relacionado con lo dinámico, desde un estado aparentemente estacionario hasta el movimiento extremo. El elemento agua está relacionado con la cualidad de la cohesión, de mantener unido. Las partículas surgen con la predominancia de uno o más elementos, mientras que los restantes permanecen latentes. A su vez, una sensación se manifiesta con la cualidad del elemento predominante en esas partículas. Si los kalāpas surgen con el predominio del elemento fuego, se produce una sensación de frío o de calor y de modo análogo sucede con los otros elementos. Así es como surgen todas las sensaciones dentro de la estructura física. Si se es ignorante, uno hace evaluaciones y reacciona a las sensaciones, generando nuevas desdichas. Pero si surge la sabiduría, uno sólo comprende que están surgiendo partículas subatómicas con el predominio de uno u otro de los elementos, y que todos estos son impersonales, fenómenos cambiantes, surgiendo para desaparecer. Comprendiendo esto, uno no pierde su equilibrio mental al enfrentarse con las sensaciones, sean del tipo que sean.

A medida que uno continúa observándose, comprende claramente por qué surgen los kalāpas: son producidos por el alimento que damos al fluir de la vida; al fluir de la mente y la materia. El fluir de la materia requiere alimentos materiales, de los cuales existen dos tipos: la comida que comemos y el ambiente en que vivimos. A su vez, el fluir de la mente requiere alimentos mentales, de los cuales también existen dos tipos: un saṅkhārā presente o pasado. Si uno alimenta con ira el momento presente, inmediatamente la mente influye en la materia y empiezan a surgir kalāpas con predominancia del elemento fuego, haciéndonos sentir calor. Si el alimento es miedo, el kal±pa generado en ese momento tendrá predominancia del elemento aire, causándonos la sensación de temblor; y así, sucesivamente. El segundo tipo de alimento mental es un saṅkhārā del pasado. Todo saṅkhārā es una semilla que da fruto, que da un resultado al cabo del tiempo. Cualquier sensación que uno experimentó al sembrar la semilla, surgirá de nuevo cuando el fruto de esesaṅkhārā aparezca en la superficie de la mente.

De estas cuatro causas, uno no debe tratar de averiguar cuál es responsable de la manifestación de una sensación determinada. Sólo debe aceptarla, sea cual sea la sensación que surja. El único esfuerzo es observar sin generar un nuevo saṅkhārā. Si uno no alimenta la mente con una nueva reacción, automáticamente aparecerá el fruto de una antigua reacción, manifestándose como una sensación. Uno observa y ésta pasa. Nuevamente uno no reacciona; como consecuencia otro antiguo saṅkhārā debe dar su fruto. De esta forma, permaneciendo atento y ecuánime, uno permite que los antiguos saṅkhārās surjan y desaparezcan, uno tras otro: así uno se libera de la desdicha.

La antigua costumbre de generar nuevas reacciones debe ser eliminada, y esto sólo se puede hacer gradualmente, con la práctica constante, trabajando con continuidad.

Desde luego existen dificultades y obstáculos en el camino: cinco enemigos importantes que tratan de dominaros y detener vuestro progreso. Los dos primeros enemigos son la avidez y la aversión. El propósito de practicar Vipassana es eliminar estas dos impurezas mentales básicas, que pueden aparecer incluso mientras meditáis, y si logran dominar vuestra mente, detienen el proceso de purificación. Podéis desear sensaciones sutiles, incluso desear el nibbāna; da igual. La avidez es un fuego que arde, sin importar su combustible; os llevará en la dirección opuesta a la liberación. Igualmente sucederá si empezáis a generar aversión hacia el dolor que experimentáis; nuevamente habéis salido del camino.

Otro enemigo es la pereza, la modorra. Habéis dormido profundamente toda la noche, pero al sentaros a meditar, os sentís soñolientos. Esta somnolencia es causada por vuestras impurezas mentales, que serían erradicadas con la práctica de Vipassana, y que por eso tratan de impediros que sigáis meditando. Debéis luchar contra este enemigo para evitar que os domine. Respirad un poco más fuerte, si no da resultados, levantaros, echaros un poco de agua fría en los ojos o pasead un rato y luego os volvéis a sentar.

Alternativamente, podéis sentir una gran inquietud, otra manera con que las impurezas tratan de impedir que sigáis practicando Vipassana. Os pasáis todo el día de un lado para otro, haciendo de todo, excepto meditar. Después os dais cuenta que habéis perdido mucho tiempo, empezáis a lamentaros y arrepentiros. Pero en el camino del Dhamma no hay cabida para la lamentación. Si cometéis un error, aceptadlo ante una persona con más experiencia a quien le tengáis confianza, y decidiros a tener más cuidado para no repetirlo en el futuro.

Finalmente, un gran enemigo es la duda, o bien del profesor, o de la técnica, o de la propia capacidad para practicarla. La aceptación ciega no es benéfica, pero tampoco lo es la duda irrazonable e interminable. Mientras estéis inmersos en dudas, no avanzaréis ni un sólo paso en el camino. Si hay algo que no está lo suficientemente claro, no dudéis en dirigiros a vuestro profesor. Discutid el asunto con él y comprendedlo adecuadamente. Si practicáis tal y como se os dice, obtendréis buenos resultados.

La técnica funciona, no debido a alguna magia o milagro, sino a la ley de la naturaleza. Todo el que empiece a trabajar en concordancia con la ley de la naturaleza, saldrá de la desdicha; éste es el mayor milagro posible.

Gran número de personas han experimentado los beneficios de esta técnica, no sólo aquellos que la aprendieron directamente del Buddha, sino también muchos otros en épocas posteriores, y en la actual. Si uno practica adecuadamente, esforzándose en permanecer atento y ecuánime, capa tras capa de impurezas del pasado surgirán en la superficie de la mente y desaparecerán. El Dhamma ofrece maravillosos resultados aquí y ahora, siempre y cuando uno trabaje. Por lo tanto, trabajad con total confianza y comprensión. Aprovechad al máximo esta oportunidad para liberaros de toda desdicha y poder disfrutar de la verdadera paz.

Que todos disfrutéis de la verdadera felicidad.

¡Qué todos los seres sean felices!